23 de diciembre de 2013

El "transfigurado" N'gor: Que lástima!!

Tras desayunar en uno de los puestos junto al mercado y pasear por última vez por la periferia colonial de Ziguinchor, me dirigí al embarcadero para facturar mi mochila. Las medidas de seguridad en el puerto son extremas, hay que pasar muchos controles de identificación y es obligatorio dejar los bolsos grandes y las mochilas a la entrada para que las facturen y transporten en la bodega. No se puede introducir las mochilas ni en las salas ni en las cabinas del barco. Una pegatina blanca con el nombre del pasajero escrito, adherida a la mochila, es el distintivo personal de su propietario.
En la sala de espera me encontraría nuevamente con Maite y Koldo que esperaban mi llegada para realizar el viaje juntos ya que teníamos los pasajes de la misma sala de butacas. Al entrar en la terminal de pasajeros todos fuimos registrados por guardias de seguridad como sucede en los aeropuertos, al igual que al acceder al interior del barco. Nada se les puede escapar. Aunque los toubabs no somos tan escrupulosamente cacheados como le hacen a los locales. El salón de butacas es pequeño y un televisor es el único pasatiempo, aunque la climatización es tan fría que hace salir a casi todos los pasajeros en cubierta.
A las 15:20 salimos del muelle con dirección hacia la desembocadura (70kms.). Una lancha militar con soldados armados nos siguió todo el camino hasta Pointe St. George, luego regresaron a Ziguinchor. Igualmente las medidas de protección del barco mientras navegábamos fueron absolutas. Varios soldados armados viajaron también entre nosotros. Las vistas sobre el río y su entorno son muy variadas: pasamos junto a extensos manglares y bolones, amplias arboledas, barracas de pescadores, canoas artesanales hechas del tronco ahuecado de árbol con estabilizadores laterales, pescadores en plena acción -siendo algunos expulsados de la zona por los militares poco antes del paso del barco-, chalupas transportando mercancías... y en algunas ocasiones nos acompañaron varias familias de delfines con sus ocurrentes saltos. Algunos surfeaban las ondas que producía el barco.
Durante el trayecto apenas podíamos ver el sol debido a la cantidad de polvo en suspensión (harmatttan) que hace estos días. Al atardecer pudimos observar la Isla Carabane bastante desdibujada entre el polvo, y Diogué, que pasamos bastante cerca y de allí a la desembocadura del río. Los fondos poco profundos estaban marcados por balizas que el capitán seguía celosamente. Un estrecho pasillo delimita por dónde hay que pasar. Una vez mar adentro el barco comenzaba a menearse un poco, pero fue una travesía muy buena porque afortunadamente no cogimos mucha fuerza de mar. Aunque echamos de menos una cama en camarote. El frío de la sala incordiaba a todos pero como ya había caído la noche en cubierta sucedía lo mismo. No hubo otra elección sino dormir pronto para que todo pasara rápido. Dejando el pasaporte o Dni prestan una manta para pasar la noche. El trayecto de casi 15 horas fue relativamente bueno, o eso creo, porque me quedé dormido muy pronto en la incómoda butaca.
Llegamos a Dakar a la seis de la mañana, de noche aún, y nos condujeron a la Terminal a la espera de llevar todo el equipaje. De allí hay que acceder a un almacén donde lo depositan todo en el suelo para que cada uno identifique sus bártulos  y los recoja. Cada uno debe recoger el suyo propio. A la salida comprueban los nombres y el identificativo adherido. Nadie se puede llevar lo que no es suyo. Supuestamente. Dentro del desorden se haya el orden.
Estando en Ziguinchor había leído por interné que un tal Dodou Samba  tenía una casa (Chez Doudou) con habitaciones para alquilar (10.000cfa). Le mandé un correo y le solicité poder quedarme en una de ellas, pero no recibí respuesta. Era cuestión pues de moverme por N’gor en busca de algún lugar para quedarme.
Esperando la recogida del equipaje coincidí en la Terminal con una pareja de españoles, un francés y un belga que iban al igual que yo a N'gor, y conocían una casa particular donde quedarse. Podía alojarme también en caso de que tuvieran habitaciones disponibles. Eso era una garantía para mí. Nuevamente la suerte me acompañaba. Quizá el haber ayudado tanto a otros viajeros la “buena estrella” retorna como un boomerang. Me despedí de mis amigos Maite y Koldo pues ellos se quedaban en Dakar porque el avión salía por la noche y me acoplé al nuevo grupo.
Dentro del recinto portuario se encuentran taxis aparcados, pero es mejor salir fuera y cogerlos en la calle por que son más económicos. Tras un breve regateo por (6.000cfa.) pudimos tomar un taxi los 5 juntos (normalmente se paga 3.000cfa. cuando se viaja solo), uno delante, los cuatro detrás y las mochilas amarradas con cuerdas, como se pudo, en el maletero. Llegamos 40min. más tarde a N’gor bastante retorcidos (los de atrás).
Una vez todos en la casa, y sabiendo que tenía la opción de quedarme ahí, dejé mis mochilas y me dirigí a casa de Doudou (Keur Doudou Samba) donde supuestamente yo había realizado una reserva días atrás.
Mientras camino, los olores se mezclan por las calles. Huele igual que la vez anterior que estuve por aquí. Adentrarme por sus laberínticas callejuelas de arena que separan las casas vecinales me ha traído antiguos recuerdos. Esto no ha cambiado. La gente que circula de un lado a otro no ha perdido el respeto ni al descocido: Bonjour, Bonjour… Nangadef...
El inmueble en cuestión se encuentra junto al garage de N'gor, cerca del Centro de Salud. La playa principal, frente a la isla Ngor, está a 3min. atravesando las callejuelas del barrio. Tras 20min. andando se llega a la costa de los Almadies donde rompen también buenas olas. Todo está muy cercano.
Al llegar a la casa me recibió el propio Doudou, que aunque no es el propietario se encarga de llevar el negocio. Me confirmó que quien lleva todo por interné no se hallaba en el país, así que aunque no tenía reserva -porque no se realizó- podía quedarme en la casa. En principio, la habitación más económica no tiene baño interior (10.000cfa.) pero para que no volviera atrás y me quedara en la primera casa me permitió hospedarme estos tres días por ese mismo coste en una de las habitaciones mas caras. El precio es de 13.000cfa pero me lo rebajó a 10.000cfa.. Es amplia, con dos camas, mosquitera que no cubre ninguna de ellas -aunque no hizo falta-, ventilador y baño. Afortunadamente ahora no es tiempo de mosquitos. 
Pero una vez acordado precio y tiempo de estancia, tras preguntarnos los nombres sucedió otra asombrosa casualidad: éste era el joven Doudou que había conocido la vez anterior que estuve en N'gor hace 20 años. De trabajar en Chez Carla, en la isla N'gor, donde primeramente me había quedado (ella ya ha fallecido y lo lleva un italiano), ahora junto con otra persona lleva varias residencias en el pueblo N'gor -que ya de pueblo desgraciadamente no tiene nada- con habitaciones para alquilar. El encuentro fue memorable!!
Los puestos de comida local y tiendas (boutiques) están esparcidos por todo el barrio. Varios vecinos han transformado el salón de sus casas en restaurante con algunas mesas y sillas. Los precios por plato rondan entre 500-800cfa., que bien puede ser arroz, couscous, papas fritas, carne o pescado, acompañado de salsa de cacahuete, yassa, pincho de pollo o cordero, papas fritas....
En general todo ha crecido en este pueblo casi ciudad desde la primera vez que estuve aquí. Esto se ha cuadruplicado. Hay muchas casas de fin de semana, y las que se siguen construyendo sin parar. Incluso en los viejos inmuebles de la playa han construido una planta más. Muchos han recibido ayudas para mejorar sus casas y lo que han hecho es construir más pero sin prever los gastos y muchísimas casas se han quedado sin terminar dejando una desoladora imagen de ciudad empobrecida. Quienes han vendido terrenos han construido enormes viviendas, muchas de ellas para alquilar. Ya no es lo mismo, aunque los vecinos siguen haciendo su vida como antaño.
Con Doudou he vuelto a visitar las casas de mis antiguas amistades y han sido momentos emotivos. Una vez liberado de visitas, presentaciones y recordatorios, me dirigí a la playa. Sentado junto a las embarcaciones de los pescadores y mientras observo las canoas-taxis a motor transportar a la gente a la pequeña isla N’gor, los niños corretear, los pescadores recoger sus capturas..., 20 años parece que no ha sido nada, viendo repetir las mismas costumbres que se han hecho siempre.
Todos los atardeceres acuden grupos de jóvenes a jugar al fútbol, otros para ejercitar pies sobre la arena seca y otros para entrenar en lucha tradicional o lucha libre, llamada también Mbapatt, un deporte muy espiritual para los senegaleses. En los terrenos de lucha los luchadores desfilan ante el público dando gritos además de bailar y realizar varios rituales con tambores y cánticos para intimidar al oponente. Este protocolo preliminar muchas veces es mas esperado por el publico que la propia lucha en sí. 
El siguiente día lo invertí completamente en Dakar. Subí a un minibús (250cfa) que me dejaría cerca del mercado Sandaga y desde ahí comenzaría una larga caminata visitando sus dos mercados más cercanos y vibrantes: Sandaga y Kermel, concluyendo con una visita a la isla Gorée.
El primer mercado, una decrépita estructura de hormigón beig que tiene, a pesar de la apariencia, tres niveles de actividades comerciales: en la planta principal se encuentran los puestos de venta de carnes, la pescadería en el sótano y los puestos de comida en la alta. Se ubica en una encrucijada de calles abarrotadas de tiendas (boutiques) y puestos callejeros que se especializan en todo y para todo. No deja de ser como cualquier otro de los clásicos mercados africanos: grande, variado, multitudinario y frenético por el movimiento de gente entre los puestos y las tiendas. Rebosante en color, olor, ruido y música.
En Sandaga las calles son estrechas pero hay cabida para los coches particulares, taxis, autobuses, motocicletas y peatones. Los carteristas, vagabundos, compradores y vendedores de todo tipo se reúnen en lo que se podría denominar una “jungla urbana”, donde es imprescindible caminar con la mirada atenta a todo porque sin duda alguna proporciona las mejores aventuras, diversidad y gangas. No faltan los "pegajosos consejeros de compras", unos pesadísimos individuos que se acercan a los toubabs para "recomendarle" el lugar más económico para comprar artesanía turística, o cualquier otra cosa. El decir que no hay dinero para realizar ningún tipo de compra en principio no funciona, pero tras sentirse ignorados, al cabo de un buen rato, dejan tranquilo. También depende mucho la forma de ir vestido. Cuanto más guiri se aparente, más posibilidad tendrán de sacar beneficio económico pues no se separarán hasta conseguir su objetivo: llegar hasta alguna tienda donde tendrán su comisión. Son realmente agobiantes, pero educados. Los cuatro o cinco que se me acercaron poco pudieron hacer conmigo y en seguida me abandonaron. También hay que ser prudente con los "intermediarios", que podría ser cualquier paisano al que se le pregunte dónde comprar cualquier cosa, pues en pocos minutos aparecerá con lo que se busca, no indicará el lugar dónde se puede conseguir y dirá que ese es su precio de venta en tienda. A veces el incremento del precio es mínimo, y habría que valorar si compensa el largo rato que se tarda en encontrar la tienda buscada.
Caminando dirección Este a través de sus animadas calles, muy comerciales, se pasa por la plaza de la Independencia y se llega al Marchée (mercado) Kermel, que aunque ha sido reconstruido tras un incendio, no ha perdido su carácter. Es pequeño, de forma redondeada y su entorno está lleno de tienditas de artículos turísticos como tallas de madera, hermosas esculturas en bronce, mascaras africanas antiguas y nuevas, pinturas sobre vidrio, tejidos de alta calidad importado de Ghana.... Inevitablemente hay que entrar en el incordioso juego del regateo si algo se quiere comprar. Es difícil pasear sin ser abordado constantemente por vendedores tozudos. Su interior, bajo una enorme cúpula, es marcadamente pescadero con gran variedad de pescados como el exquisito y emblemático mero blanco (thiouf ) que se encuentra en peligro de extinción por sobrepesca , el pargo rojo o bocinegro (rougette ), mariscos, camarones de Camerún, langostas, cangrejos, frutas, todo tipo de hortalizas y flores frescas. Las vacas a veces son sacrificadas allí mismo. Dicen que el pollo que venden es orgánico porque no le inyectan hormonas de crecimiento como al resto (?). A éste es donde muchos vecinos de Dakar suelen venir a comprar a menudo.
Continuando en la misma dirección se llega al puerto, y allí también se coge el barco que lleva a Gorée, una pequeña isla habitada por unos pocos cientos de habitantes, de supuesta “tendencias artísticas”. La isla no fue realmente habitada hasta la llegada de los europeos, ya que por su morfología y climatología estaba completamente desprovista de agua potable. Entre los siglos XVI XIX, tras desalojar a sus primitivos habitantes, los nativos Bambara, pasó a ser un activo centro portuario de gran importancia y uno de los principales focos de la trata de esclavos en el continente africano con dirección principalmente al Caribe y las Américas portuguesasespañolas  e inglesas. En la actualidad sirve sobre todo como un memorando a la trata de esclavos.
Fue ocupada a mediados del siglo XV por los portugueses  En 1617 fue comprada por los holandeses y en 1677 conquistada por los franceses, que la convirtieron en una escala para los barcos de la Compañía Francesa de las Indias Orientales. A raíz de las guerras entre Inglaterra y Francia, Goree fue hasta cinco veces tomada por los británicos. Desde 1816, hasta la independencia de Senegal en 1960, estuvo de nuevo controlada por los franceses. 
Alrededor de diez viajes diarios realiza el barco, que llega a mover a más de 1.000 personas al día sin interrupción. Los no residentes pagamos 5.200cfa por el trayecto y la visita.
Tras treinta minutos de navegación la visión cambia totalmente: una pequeña isla volcánica de apenas 36 hectáreas de extensión con un poblado de inmuebles coloniales dominado por dos fuertes (Saint-Michel y Nassau) que la protegía de los invasores.
Éste es un pequeño y apacible pueblo de poco más de mil habitantes con estrechas calles que exhuman añoranza del pasado, aunque la mayoría ya fueron reparadas pero sin perder su diseño arquitectónico. Ha sido incluido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1978.
Sus tranquilas calles sin tráfico rodado, sombreadas por los baobabs, adornadas de coloridas buganvillas, hibiscos, cordias, tecomas y palmeras, son un remanso de paz que contrasta con el ruido y la vorágine de la vecina Dakar. La mayoría de sus edificios, con un aire entre colonial y mediterráneo, datan de los s.XVIII y s.XIX, y entre ellos se encuentra la mezquita más antigua de Senegal. Muchos de los edificios históricos residenciales y comerciales se han convertido en restaurantes y hoteles debido a la gran afluencia turística que recibe.
Abundan en sus callejas los talleres de artistas y artesanos. Por todas partes se encuentran exposiciones y ventas, sin apenas hacerse competencia en todo tipo de trabajos: pinturas, patch works, figuras, dibujos o cuadros. Varios restaurantes estratégicamente enclavados, pero con precios altos, dan de comer a todos los visitantes que quieran observar desde su mesa el constante movimiento de turistas. Las tiendas locales (boutiques) venden a los mismos precios que pagan los vecinos todo lo imprescindible para subsistir. Incluida las cervezas.
El lugar más visitado es la casa de los esclavos (Maison des Esclaves), una bella construcción holandesa de dos pisos, de estilo barroco colonial del s.XVIII, con un patio central ocupado por una gran escalinata doble, cuyos sinuosos barandales conectan la planta baja (donde hacinaban a los esclavos en mazmorras para mas tarde ser enviado a los barcos negreros) con el primer piso donde vivían los amos y traficantes. Su visita es muy instructiva, y despierta profundas emociones en cualquier alma sensible como recordatorio del enorme sufrimiento infligido a los africanos por el hombre blanco. Su objetivo mantener viva la llama de esa memoria. 
Rótulos y paneles explicativos desgranan datos sobre gran cantidad de hechos históricos relacionados con la trata de negros: argollas, grilletes, cadenas, látigos y otros instrumentos de dominación y tortura son exhibidos como pruebas materiales de aquella humillación, como recordatorio del enorme sufrimiento infligido a los africanos por el hombre blanco.
Cada año se organiza en colaboración con el ayuntamiento de Gorée actividades como el Gorée Diaspora Festival, un espectáculo de música en homenaje y recuerdo a las víctimas de la diáspora africana, consecuencia de la compraventa de seres humanos promovida por las potencias coloniales europeas.
La casa, que no es muy grande, podía almacenar entre 150 y 200 esclavos. Las celdas reservadas a los hombres medían aprox. 2,60mt.x 2,60mt., y en cada una de ellas se amontonaban de quince a veinte individuos sentados de espaldas a la pared, con cadenas ceñidas al cuello y a los brazos, a su vez lastradas por una gruesa bola de hierro. Se les permitía salir del antro sólo una vez al día para hacer sus necesidades. Las condiciones higiénicas eran tan lamentables que la primera epidemia de peste que arrasó la isla en 1779 tuvo su origen en este lugar. La celda para los niños era una estrecha galería donde se acostaba a los pequeños en el suelo apretados entre sí como en una lata de sardinas. El índice de mortandad era muy elevado entre ellos. Las chicas jóvenes estaban más cotizadas que las mujeres, por lo que eran encerradas en una celda aparte. Varias estancias separaban a los sexos y las edades. Había una sala de pesaje, y varias de "escarmiento" para los más rebeldes, o de clasificación según su estado o fuerza corporal. Se pueden diferenciar las mazmorras donde encarcelaban a los varones adultos de aquéllas donde encerraban a las mujeres o a los niños, siendo las familias desmembradas sin la más mínima consideración humanitaria, tratadas como mero ganado. Cada persona era designada por un número, nunca por su verdadero nombre. Mientras que un padre de familia podía acabar en Louisiana, la madre podía ser trasladada a Brasil o a Cuba, y los hijos a Haití o a las Antillas.
Al fondo del pasillo de la planta baja una puerta se abre al océano Atlántico: era “la Puerta del viaje sin Retorno”, la última conexión de alguna de las casas con los barcos rumbo al fatídico destino. La mayoría de los esclavos eran Yolas, una comunidad caracterizada por sus fuertes cuerpos, muy demandada por los terratenientes. Más allá del horizonte se prevé las tierras de América, meta forzosa de los desgraciados nativos que eran encerrados –almacenados como mercancía – en esta mansión, hasta el momento del viaje. La espera podía durar hasta tres meses. Esta “Casa de los Esclavos”, es sólo una entre las muchas esclaverías que había en Gorée
El actual conservador en jefe de la Casa de los Esclavos, el Sr. Boubacar Joseph Ndiaye, dirige habitualmente una charla a los grupos de visitantes y en sus alocuciones les informa, entre otras cosas, que fueron 20 millones los africanos arrancados de sus países natales para ser vendidos como esclavos en el Nuevo Mundo. Activamente comprometido en la difusión de la documentación histórica en torno a la trata de esclavos, varios rótulos del museo muestran citas extraídas de los escritos publicados por el mismo Ndiaye sobre este tema. Destaca una de ellas: "El racismo, la creencia en la superioridad y en los ideales particulares de una raza, han costado millones de muertos. No olvidemos esto nunca".
Otro rótulo afirma que de entre todas las lecciones que se pueden extraer de la historia de la trata de esclavos, la más importante es: "No hubo revancha".
La vuelta, al atardecer, me retorna nuevamente a las estresantes calles dakarianas. Un taxi me llevaría a N’gor (3.000cfa.), ya cayendo la noche, evitando así tener que trasladarme en busca de la estación de guaguas con destino a N’gor o a Yoff.
El siguiente día sería para visitar Ouakam, su Mezquita "de la Divinidad" y el faro de Mamelle.
No sólo ha cambiado el aspecto de la playa de Ouakam con su enorme mezquita (aunque la ola sigue rompiendo en las mismas condiciones de perfección), sino también el barrio con sus nuevos edificios, y el monte adyacente donde han construido el gran Monumento de la Liberación Africana, un auténtico "gastaero de perras" por lo carísimo (27.000.000$) que costó construirlo -por Corea del Norte-, en un país donde miles de personas lo pasan muy mal por las calles. Está dedicado al fin de la esclavitud, al poder emergente africano de la opresión de los países coloniales europeos y como muestra del orgullo africano, pretendiendo alejar el mito de sentirse seres inferiores .
Las vistas desde el faro me dio escalofríos al recordar como era todo el entorno hace 20 años y cómo está ahora. Una grandísima pena y rabia. El boom inmobiliario sigue avanzando inexorablemente hasta aquí, destrozando todo lo que se encuentra por su paso. Muchos edificios aún sin terminar y abandonados, otros tantos vacíos, el resto posiblemente "de fin de semana", aunque las vistas sean los tejados de los edificios vecinos. Muchos de ellos pertenecen a europeos que están invirtiendo en el ladrillo africano en busca de más y más beneficios económicos sin mirar el destrozo que se le está causando a toda la costa de esta parte de Senegal.
Las carreteras son ahora anchas, más grandes, bien cuidadas, con rotondas, iluminación, una calidad insuperable comparada con otros países vecinos. Pero con su indiscutible coste.
Pointe des Almadies se encuentra dentro del área metropolitana de Dakar, cerca del parque nacional de las islas de las Madeleines pasadas las colinas de Les Mamelles, mas bien cerca de N’gor y es el punto más occidental del continente africano. Varias olas (Club, No Return, Secrets, Vivier...) atraen a surferos de Europa, pero principalmente a franceses.
La Isla N'gor ha sufrido lo mismo. Ni siquiera quise pisarla esta vez. Desde la orilla se puede ver lo que han hecho con ella. No se ve que se pueda construir ninguna casa más. No cabría. Incluso hay un enorme Centro de Convenciones. Hasta el ministro de finanzas tiene un chalé, y su lancha se encuentra anclada en la orilla de la playa. A saber si fueron ellos quienes le "facilitaron" la casa!.
En mis recuerdos quiero conservar la imagen de lo que era anteriormente: pocas casas, bosquecillos con un sin fin de plantas y altos árboles, palmeras hasta la orilla, cantidad de aves sobrevolándola, pequeñas calas desiertas con blaquísima arena..., un refugio para el relax que solamente se alteraba los fines de semanas cuando las familias y amigos se acercaban para pasar unas horas jugando y comiendo en la playa.
El hotel de mi amiga Carla (Chez Carla), "la italiana", donde antaño me quedé varios días tenía unas hermosísimas vistas de 180º, dos plantas con varias habitaciones, un salón y la cocina en la que trabajaba una cocinera que siempre era abroncada por Carla, porque todo lo que hacía le parecía mal. El pequeño Doudou era el pinche que servía para todo y también era maltratado por la italiana. Todos los que trabajaban con ella salían "escaldados" a los pocos meses de empezar a trabajar. Pero en el fondo no era una mala mujer. Todos la querían. Me enteré que hace años falleció y ahora el negocio lo lleva otro italiano que ha hecho del inmueble también un restaurante italiano. Delante han construido una terraza doble con enormes sombrillas recargando aún más el paisaje. No logro entender para qué cruza la gente en piragua-taxi local hacia la isla. A tomarse unas cervezas, tomar el sol o almorzar entre tanto ladrillo? Bueno, si muchos europeos siguen repitiendo sus vacaciones en el sur de Gran Canaria, ya nada me sorprende lo que acontezca en cualquier otro lado del mundo.
La despedida nuevamente de este pueblo-ciudad ha sido algo triste aunque no tanto como la primera vez. Es posible que vuelva a Senegal en otra ocasión, pero sería con mis tablas de surf  ya que he echado de menos entrar en el agua para coger olas, a pesar de las malas condiciones del mar estos días.
Pues este ha sido mi recorrido por Gambia y Senegal en poco más de un mes. Apenas me ha dado tiempo para disfrutar como estoy acostumbrado a hacerlo durante varios meses y con toda la paciencia que hay que tener, del estilo de vida local. Algo que he echado de menos.
El repetir país, algo no habitual en mi, me ha dado la oportunidad de poderme introducir en lugares que no visité anteriormente, en viajar en todo tipo de transporte local -aunque más pesado y cansino- y en barco.
Rescato recuerdos, hago cuentas, y pienso que por poco tiempo no vale la pena viajar a muchos sitios. Si se quiere disfrutar de las costumbres locales, hay que estar al menos cuatro días en cada lugar.