10 de diciembre de 2013

Didenfelo y el País Bedik

A las 7 de la mañana me presenté en la estación, que no está muy lejos del albergue Thomas Sankara, pero hasta las 8:30 no salimos pues el Sept Place (7 plazas) aquí es ocupado por 9 pasajeros y tarda un poco más en llenarse.
La carretera de tierra y piedra que se dirige hacia Dindefelo y atraviesa los poblados Afia y Segou está en mal estado, es muy bacheada y polvorienta pero compensa con una hermosa panorámica del paisaje de sabana y colinas, típico de la región del extremo nordeste del país. Tardamos casi dos horas en hacer los 35kms. que hay hasta Dindefelo, un pequeño pueblo habitado por unos 400 vecinos perteneciente mayoritariamente a la comunidad Peul (o fula, fulani), etnia de religión musulmana que hasta nuestros días aún practican un modo de vida errante. Son el pueblo nómada más grande del mundo (30 millones dispersos por toda África occidental), y uno de los primeros grupos africanos en convertirse al Islam. Su economía está basada en el ganado vacuno, es por ello que se encuentra un número considerable de vacas a lo largo del recorrido. Es un enclave estratégico y fundamental en la región de Kedougou y todo Senegal Oriental.
El hermoso sistema montañoso que custodia Dindefello dio nombre a la aldea, que en el dialecto peul significa “al lado de la montaña”.
En Kedougou se encuentran al menos tres campamentos con varias chozas de adobe y tejado cónico de rafia. El mejor conservado y cuidado es el Campament Villageois, que se sitúa más próximo a los acantilados y la Cascada Dindefelo, seguido por el Campament Dogon du Fouta mas pequeño, algo menos cuidado y el Campament Afrikan Cascade (llamado también Chez Camara), donde me quedé, mucho mas cutre, viejo, situado en el mismo pueblo y dirigido por Djibril Camara, un experto conocedor del lugar. Todos cuestan 2.500cfa. la noche. La mía era una choza de cama doble, con mosquitera, dos puertas con cortinas para una mejor aireación del interior, compartimento sólo para ducha con cubos de agua, sin electricidad porque el panel solar no da para mucho tiempo de funcionamiento por su escaso poder de carga y un jardín muy mal cuidado. Al ser todo carretera de tierra y arena el entorno del pueblo está completamente lleno de polvo, producido por el paso de algunos vehículos.
Los Campements Villageois (campamentos locales), muy desarrollados en los asentamientos de las zonas rurales, permiten una mejor comprensión de la cultura y las tradiciones en plena cercanía con los pobladores. Los beneficios que producen estos albergues sirven al desarrollo de los poblados donde están instalados.
La comida la cobran todos los campamentos a 2.500cfa. y difiere en calidad de uno a otro -al menos la mía era pobre y muy cutre-. La relación calidad-precio es pésima, pero se puede tanto desayunar como cenar en los puestos de calle. Hay un restaurante al lado, que tiene un comedor interior, que cobra los platos que han preparado para el día, o encargándolo con horas de antelación, a 1.000cfa.. Principalmente se basa en arroz: arroz y verduras; arroz con carne (aunque escasea la carne y el pescado) y salsa de cacahuete o salsa de cebolla…, couscous de millo con verdura, o tortilla con cebolla.  Los desayunos son todos similares en los puestos: baguette de margarina, cacao, o mayonesa (sucedáneo), tortilla con cebolla, café, leche condensada o en polvo, o (aprox. 500cfa). Los refrescos a 500cfa.. Algunas tiendas (boutiques) venden todo o necesario para subsistir.
Los Fulani, principales habitantes de esta zona, han adoptado la mayoría de los hábitos alimenticios de sus vecinos Bediks y Bassaris. Utilizan todos los granos cultivados en esta parte del país , tales como el fonio, el arroz, el maíz y el cuscús de mijo (o Ngniri), que comen con salsa a base de maní, hojas y leche acompañada de carne. Al igual que en todas las comunidades Fulani de África, la vaca es un animal muy respetado y necesario para su subsistencia.
El domingo (Lumu) es el día grande de mercado de Didenfelo y es cuando más movimiento hay pues es muy animado desde temprano. Es algo colorido y un poco alborotado ya que los puestos son minúsculos y mal distribuidos. Hay gente que viene hasta de Guinea a comerciar. Los mini-buses se acercan cargados de comerciantes y clientes que necesitan cambiar o comprar ciertos artículos que son más difíciles de encontrar en sus lugares de origen. Los cabritos fueron los únicos animales que vi vendiéndose, pero apenas hubo alguna transacción. Como mismo vinieron, amarrados en el techo del algunos mini-buses, se los volvieron a levar al acabar el mercado.
Lo más comerciado fueron el couscous de millet (un pequeño grano muy común en la comida africana) al peso -aquí también se mide el peso a ojo con una pequeña lata vacía-, los zapatos de segunda mano, las zapatillas y las chanclas chinas y la ropa de segunda mano o nueva. Otros puestos tenían comidas o bebidas tradicionales (bisap), miel, calderos de aluminio y de plástico chino, jabones, aceite de carité. Dos puestos de carne de buey -llenos de moscas-, productos chinos diversos..., lo típico de los mercados de pueblos africanos.
El resto de la semana apenas se ve gente merodear por el pueblo, menos cuando los niños van o vienen de clase o los más jóvenes regresan de jugar al balón.
Los días que he pasado aquí han sido para descansar de tanta carretera e incómodos taxis compartidos. Siempre intento elegir sentarme en el medio de los asientos ya que es la parte más alta de los vehículos.
He recorrido con Ricard, un guía local peul, los alrededores, remontando un sendero muy empinado entre rocas, bosquecillos bajos, mahoganis y baobabs, los cerca de 300mts. de pared (Falaise de Dindefelo). Los habitantes de la zona lo realizan casi a diario para comprar víveres y suministros para su día a día, y los más pequeños para ir a la escuela, ya que es el único acceso al pueblo por esta parte.
La parte superior de la montaña es una vasta meseta ocupada por 5 pueblos : Sagaridié, Badiari, Afia II, Dandé y Diogoma, y 5 aldeas: Mboulaye, Mboundou, Doundouké, Noughéré y Nandoumari.
El contraste entre la llanura y la montaña aquí es sorprendente revelando a un paisaje fantástico, con acantilados, cascadas y cavidades talladas por el agua, dientes de más de 100mts. de altura, excepcionales cuevas y muchos emplazamientos-refugio que han dejado huellas en el paisaje.
Luego, atravesando una resequida (estamos en época seca) y extensa pradera de maleza donde “florecen” decenas de termiteros que parecen setas esparcidos por todo el entorno, baobads, mahoganys, acacias, nerés y algunos árboles de karité, se llega a un acantilado desde el cual se aprecian sus afiladas y muy cortantes rocas (Dent de Dande), profundas cuevas que sirvieron de cobijo a estos pueblos nómadas, la extensa llanura que yace a sus pies y, a unos pocos kilómetros el poblado Nandumary y los montes de Guinea Conakry que hacen de frontera con ese país.
Tras un pequeño descanso retrocedimos y continuamos la marcha pasando también por bosques bajos, pequeñas plantaciones de hibisco africano "de la bebida bisap", plantaciones de cachuetes y llegamos a unas enormes cavidades esculpidas en la piedra que da forma a la famosa gruta de Dande (1.000cfa.), que dicen se originaron al extraer tierra que serviría de pólvora al Rey de Guinea en el siglo XIX en su afán por islamizar toda esta región del África occidental. Pasamos luego por Dande, Afia II y algunos caseríos, todos éstos de chozas circulares de adobe o madera y enormes tejados cónicos de rafia todos rodeados por hileras de estacas que los protege de las miradas, para que estén controlados sus animales domésticos y de algunos animales salvajes, una pequeña mezquita muy característica también de adobe, y terminamos en las conocidas cascadas. La más grande, aprox. 90mts. de caída es la de Dindefelo, seguida por la de Dande, con algo menos. Pero la más bonita para bañarse es la de Afia por ser más profunda y en un paraje más llamativo y sugerente.
Durante varios días me bañé en la de Dindefelo. Hay que pagar 1.000cfa. por su visita, en el campamento. Es un dinero que "dicen" se invierte en la comunidad. El camino que lleva hacia la cascada es bastante llamativo, pasando por varias concentraciones de enormes árboles y recargada vegetación y la pueblan diferentes tipos de aves. La charca es pequeña ahora pues apenas corre el agua por ser época seca, pero aún así los baños en la fresquísima agua es el colofón del paseo. El agua cae entre lianas y árboles que cubren las paredes del risco sobre una poza. Al atardecer la temperatura baja al menos 10° ya que el frescor del agua que cae enfría rápidamente el ambiente al no incidir directamente el sol. Es un lugar idóneo para alejarse del calor del medio día. Toma su fuente en las montañas del FoutaDjalon (Rep. de Guinea). 
Como el transporte público en esta zona es muy escaso, y entre pequeños poblados inexistente, el último día marchamos en moto, Ricard y yo hasta Iwol en el Pais Bedik (donde viven unos pocos peules, bediks y basaris) para subir al monte donde se encuentra Ibel, el  poblado bedik más antiguo de los siete que viven en la región de Kedougou, integrados enteramente por habitantes bediks.
Desde Didenfelo hicimos muchos cortes de caminos por estrechos senderos que parecen no llevar a ninguna parte, atravesando diferentes bosques bajos y pasando por riachuelos que me hacían descender constantemente de la moto para poder atravesar las zonas húmedas y pedregosas ya que es imposible superarlo con dos personas sobre la moto. El paisaje en sí es todo un espectáculo de la naturaleza, donde la densa vegetación lo cubre todo de verde y van apareciendo, de vez en cuando, modestos campos de cultivo de maíz, algodón, millo, cacahuetes, calabazas, y anchos baobads, acacias, bambúes y árboles de carité
Me llamó mucho la atención ver en algunos árboles harapos de colores colgados como si hubieran sido puestos allí a conciencia. Ricard me advirtió que procedían de personas fallecidas, y habían sido puesto allí por sus familiares cercanos. Cuando alguien fallece, su espíritu ronda por los alrededores y de esta manera es guiado para que pueda encontrar, en el proceso de la reencarnación, el camino de vuelta a su tierra. Estábamos entrando en la zona más animista del país. Los espíritus de los fallecidos son agasajados por los vivos en las ocasiones que se necesita pedir protección, ayuda, consejo o poder tener hijos, al ser estos los intermediarios entre los vivos y los espíritus superiores. 
Dejamos aparcada la moto en el Campamento G.I.E. d’Ibel , atravesamos varios caseríos, sembradíos locales y remontamos la colina donde se encuentra Iwol, con unas estratégicas vistas sobre el paisaje de sabana que se extiende al pie del poblado y sobre todo el valle de Kedougou, en esta región compartida con Guinea Conakry.  En la planicie encontramos el poblado entre enormes rocas, BaobabsCeibas y algo que me llamó la atención: fetiches. Son los protectores que simbolizan  la relación tierra-hombre, en su espiritual contacto con la naturaleza. Junto a los bassaris, los bedik, son conocidos por sus rituales y costumbres muy diferentes a los de los pueblos cercanos al mantener intactas su cultura y sus tradiciones milenarias. Este poblado tiene sus orígenes en Mali, pero al ser cristianos tuvieron que huir debido a las matanzas que hubo durante la penetración del Islam asentándose aquí, a pesar de las dificultades de abastecimiento de agua, una vez asegurados que sus nuevos vecinos eran mucho más tolerantes. Habitaron esta zona remota y relativamente inaccesibles en lo alto de la montaña para evitar ser descubiertos por los pueblos invasores.
Solamente el cristianismo ha podido introducirse en sus vidas pero permitiéndoseles sus vínculos animistas.
Su marcada estructura social jerarquizada que está por encima de la familia, exalta la educación, la inteligencia y el saber estar de los más pequeños de la comunidad y las diferentes etapas de desarrollo personal a superar para convertirse en integrantes de ella de pleno derecho, ocupándose los más ancianos de la enseñanza de los más jóvenes. También realzan su arquitectura, su economía de subsistencia basada en el fonio, el millo, el maíz y la recolección de frutos del bosque y sus espectaculares rituales animistas, que conectan con la naturaleza y con el más allá, a través de los fetiches.
La casa sagrada donde llevan a los más jóvenes cuando comienzan sus rituales de iniciación (con el paso de niño a la madurez), las diferentes figuras y máscaras que son utilizadas para las ceremonias de baile y cantos convulsos -que pueden durar varias horas, entrando en trance bajo la repetitivas voces y tam-tams-, en demanda a sus espíritus nocturnos de algunas necesidades concretas, y el enorme baobab sagrado (sus frutos sirven de sustento a la comunidad y como remedio preventivo a la malaria) de aprox. 700 años de antigüedad y más de 20mts. de diámetro –dicen que es el más grande del país-, denota la fuerte espiritualidad de estos habitantes. Al otro lado, se encuentra el otro guardián de la aldea: una Ceiba, que, según la tradición bedik, contiene un demonio maligno que no permite sentarse a su sombra.
Se la considera una etnia diferente, con distinta lengua usos y costumbres, incluso diferente religión. Cualquier habitante de la zona habla varios idiomas según el pueblo que tenga al lado, conoce y respeta las tradiciones y creencias de los vecinos.
Viven en agrupaciones de viviendas redondas de adobe y piedras, otras de adobe y maderos, con enormes techos cónicos de rafia. La componen cuatro familias: los Keita (jefes del poblado), los Camara, los Samoura (organizadores de festivales) y los Sadiakous (responsables de las costumbres).
Ya no usan ropa tradicional, tan sólo en contadas ocasiones cuando hay algo importante que celebrar. Son agricultores de autoconsumo -principalmente millo y cacahuetes- y se dirigen a los mercados tradicionales a llevar sus excedentes, donde los venden para luego comprar otros artículos imprescindibles. Una enorme iglesia perteneciente a la Misión católica, también redonda con techo cónico, preside el poblado, aunque sus señas animistas aún no han sido eliminadas.
Consumen algunos tubérculos como taro, ñame, yuca o batata. La dieta tradicional basada en fonio, maíz, arroz, maní, son el apoyo de platos como : Foyo  (couscous de fonio), Dapa (plato a base de maíz y requesón), Domi (plato de millo o de maíz mezclado con polvo de la vainas de neré)…
Por realizar la visita hay que apoquinar 1.000cfa., que será reinvertido en mejoras del poblado, la escuela o para ayudar a algún vecino con problemas. Un libro de visita dispone de antiguas fotos enviadas por turistas que han pasado por la zona y de fotos realizadas por ellos mismos durante diferentes celebraciones.
Concluida la visita, continuamos el recorrido por una polvorienta pista con preciosas vistas del continuo horizonte montañoso -esta parte del país es muy llana- y en ocasiones a ambos lados filas de mujeres con coloridos trajes portando en sus cabezas cestos cargados de frutas, verduras u otros artículos, o grupos de niños regresando de las escuelas.
Nos dirigíamos a Thiocoye (pronunciado "Chokoi"), un poblado peul, para “husmear” en su día de mercado, que aquí toca los martes como en Salemata (Bassari) -el miercoles en Thiabeyí (Peul), jueves en Fongo Lingí (Peul), el sábado en Mako (Peul), el domingo en Dinde (Peul) y en Didenfelo (Peul)-.
En Thiocoye los puestos son mas rudimentarios, la mayoría muy pequeños e incómodos, apoyados por varias tiendas de víveres (de los de toda la vida). La variedad es ínfima y de muy pobre de calidad. Aquí se pueden ver algunas mujeres engalanadas con vestimenta tradicional y adornos elaborados de plata, collares de piedras plásticas de colores fuertes, conchas y telas coloridas, aunque entre los basaris y los bediks no hay mucha diferencia, sólo en el habla. Como en todos los mercados el movimiento es incesante y animado pues no paran de moverse con cierta celeridad. Detrás de Thiocoye, un pequeño río separa las comunidades Bedik y Basari.
Las carreteras por esta zona están en buen estado, son de tierra, piedras o arena, y estos días le están dando repasos con tractores de pala recta.
Poco más hicimos este día. La vuelta fue más rápida por ser en moto. Ahora me encuentro nuevamente en Kedougou, a la espera de hacer noche y poder trasladarme mañana camino del sur, en busca de más sorpresas en este viaje.