11 de diciembre de 2013

Bajando al Oeste

Nuevamente he aparecido por la Gare Rutiere a las 7 de la mañana para ser de los primeros en elegir asiento del "siete plaza", porque siempre que puedo cojo el del "copiloto", por ser más amplio y con las mejores vistas en el recorrido.
Mientras desayunaba media barra de pan con tortilla y cebolla y un café con leche iba controlando a los que se acercaban a la parada. Aparecían poco a poco, como que levantarse tan temprano para salir prontito no les agrada nada, así que paciencia que todo andará a su ritmo. Pocos minutos antes de salir llegaron también Maite y Koldo, dos vascos que conocí en Didenfelo el último día. Habíamos hablado que posiblemente nos encontraríamos por aquí. Pero ya no quedaban plazas para ellos dos, así que decidí sacar mi mochila y trasvasarla al siguiente 7plazas, y así podríamos viajar juntos. Ellos dos suelen comprar las tres plazas del medio para ir más cómodos en estos vehículos. En 40min. se llenó el taxi y pudimos salir. Eran poco más de las 8:40 y nos quedaban casi cuatro horas de trayecto por una carretera que ya conocíamos puesto que volvíamos hacia atrás, nuevamente a Tambacunda, para enlazar con otro 7plazas hacia el oeste. Ya era demasiado tarde como para llegar a Ziguinchor en el mismo día (9 o 10 horas). Podía elegir quedarme en Vellingara o seguir hasta Kolda, pero en esta última ciudad los precios de las habitaciones de los hoteles son muy caros (>20.000cfa).
Habíamos llegado a Tamba a las 12:30, pero hasta las 14:45 no pudimos salir por falta de pasajeros. Dos mujeres que se encontraban dentro del taxi compartido llevaban desde las 9 de la mañana esperando con muchísima resignación.
Normalmente pasada las 12:30 nunca suelo montarme en ningún vehículo para viajar. Es la hora tope que siempre me he impuesto si el trayecto dura más de 5 horas. Cualquier imprevisto -que casi siempre lo hay-, puede hacerme pasar la noche tirado en cualquier punto perdido de la carretera.
Las carreteras en Casamance son cerrada por los militares y la policía a las 7 de la noche y abiertas a las 7 de la mañana. Parece ser que ha habido algunos robos protagonizados por algunos ex-combatientes de la guerrilla y con esa acción quieren evitarlo.
Esta vez hice una excepción. Sabía que íbamos con el tiempo muy justo, pero si el chofer no había dicho nada -además del tiempo que se cogió para ir a rezar a la mezquita cercana-, era de suponer que todo saliera bien.
Contaba con la posibilidad “casi segura” de quedarme en Kolda, en casa de Nieves, ya que me dio el número de teléfono un par de días antes, pero yo no tenía la seguridad de cuál sería el destino final del viaje hacia el sur, y no le aseguré nada. Koldo, de pura casualidad, tenía el teléfono de Silvia, la compañera de piso de Nieves, así que entre tantas coincidencias, incluso la suerte de poder llegar venturosamente a Kolda a las 8 de la noche, una hora más tarde de la hora de cerrar la carretera, que no cerraron (?), pudimos descansar de la agónica carretera de esta parte del país. Muchas partes de ella tienen tantos agujeros que parece que la hayan bombardeado. El chofer apenas podía esquivarlos todos, y la polvareda era colosal cuando nos situábamos detrás de cualquier otro vehículo en los tramos de tierra. Algunos tramos están siendo ahora asfaltados. Aunque en otros viajes he viajado por carreteras muchísimo peor que esta, aquí se unió la incógnita de qué podría pasar si hubiéramos estado conduciendo algo más tarde o si hubiésemos roto algo del vehículo. Se nos hizo de noche y no veíamos nada en esa carretera que parecía nunca acabar.
Nada más bajarnos Koldo llamó a Silvia y nos vino a recoger en pocos minutos. Dejamos las mochilas, nos distribuimos los espacios de la casa para dormir esa noche y salimos a un bar local a cenar y beber cervezas mientras charlábamos de los trabajos de ONGs y Cooperantes. Allí nos reunimos al final un buen grupito de gente que nos hizo olvidar la pesadilla de la carretera. Cosas de Viajes.
Nuevamente, al siguiente día, a las 7 en punto, nos presentamos en la estación esperando salir pronto. Desde las 4 de la mañana salen constantemente taxis con dirección Dakar. Nosotros salimos 30min. mas tarde, tras desayunar en un puesto lo de siempre: bocadillo de tortilla y café con leche. Esta vez era la primera ocasión que la pareja comía en la calle. 
En esta parte del país la carretera está mucho mejor, es más rápida aunque hay muchos más controles militares. Así pues, pudimos llegar a las 11:30 a Ziguinchor. Buena hora. Nos daba tiempo de ir a la Terminal del ferry que se dirige todos los Jueves y Domingos a Dakar y tener comprado los pasajes para la vuelta. Aunque no pudimos coger camarotes -los hay de 2, 4 y 8 camas-, nos tuvimos que conformar con butaca reclinable (15.900cfa). También se puede comprar por interné con bastante tiempo de antelación.
El río Casamance que tiene unos 300 kilómetros de largo, es navegable desde la desembocadura hasta mucho más arriba de Ziguinchor, atraviesa casi todo el Bajo Casamance y es navegado diariamente por más de 4.000 canoas motorizadas y a remo. 
Aquí nos despedimos los tres, pues mi destino sería llegar a Oussouye para pasar varios días pedaleando el bajo Casamance, y luego otros tantos en la isla Karabane.
Nuevamente en la estación sólo era cuestión de que se llenara el 7plazas que va hacia Cape Skirring, en la costa sur, un lugar bastante turístico. Yo me bajaría a mitad de camino, en Oussouye, un pueblo bastante tranquilo e ideal para hacer incursiones en bici por los alrededores. Hay varios campamentos con precios económicos donde elegir quedarse a pasar algunos días disfrutando de los maravillosos parajes que ofrece esta parte del país.
Desde 1984 Casamance está divido en dos regiones administrativas, la región de Kolda, al este y la región de Ziguinchor (Baja Casamance) en el oeste. Es una de las regiones más bonitas y populares que contrasta con el resto de Senegal.